Varios críticos han desacreditado la prueba de Bechdel y no sin buenas razones. Como se mencionó anteriormente, es un remate divertido de una tira cómica de la década de 1980 que sirve como una prueba de fuego absurdamente ineficaz. En la mayoría de los casos, esto se debe a la barra patéticamente baja que se establece. Sin embargo, en otros casos, pasar la prueba no serviría de nada a la historia, y mucho menos al movimiento feminista. Y, a pesar de lo que los medios puedan hacernos creer, una película que no pase la prueba de Bechdel podría muy bien ser afín al feminismo.

Un ejemplo de ello es The Full Monty (Todo o nada). Todo o nada se trata, para citar a IMDB, de “seis trabajadores siderúrgicos desempleados [que] forman un acto de striptease masculino. Las mujeres los animan a ir por ‘el monto completo’: esto es, la desnudez total».

Lo inusual de esta película es que presenta una historia orientada a hombres que se enfoca en temas que normalmente se limitan a películas orientadas a mujeres. Todos desempleados, los protagonistas masculinos tienen poca agencia, son incapaces de mantenerse a sí mismos, mucho menos a sus hijos, y, a lo largo de la historia, revelan sus abundantes inseguridades, incluidos problemas de imagen corporal y complejos de inferioridad, especialmente en el contexto de sus relaciones con las mujeres.

Lo inusual de esta película es que presenta una historia orientada a hombres que se enfoca en temas que normalmente se limitan a películas orientadas a mujeres.

Las mujeres, como en un extraño giro del destino digno de Twilight Zone, ejercen toda la agencia: tienen confianza, solvencia, independencia, poder. Después de que su esposa se va con otro hombre, el protagonista Gaz (interpretado maravillosamente por Robert Carlyle) posteriormente pierde la custodia compartida de su hijo y se ve obligado a aceptar un préstamo de su ex para financiar su show de striptease (para el cual casi pierde la confianza de actuar, intimidado para desvestirse frente a una audiencia repleta de mujeres vestidas).

Dave, interpretado por el adorable Mark Addy, provoca una simpatía similar a la de las icónicas heroínas de las comedias románticas como Bridget Jones cuando se sienta, semidesnudo, envuelto en celofán para sudar los kilos de más, mientras se reconforta con una barra de chocolate.

Las mujeres, como en un extraño giro del destino digno de Twilight Zone, ejercen toda la agencia: tienen confianza, solvencia, independencia, poder.

Los hombres compran ropa nueva, se someten a un cambio de imagen y tratan de mejorar para granjearse la admiración de las mujeres en sus vidas. Comparten sus sentimientos, se nutren mutuamente, forman una familia y Gaz aprende a convertirse en un mejor padre. En definitiva, encarnan lo que generalmente se consideran rasgos femeninos: sumisión, sensibilidad, vulnerabilidad e incluso ‘instintos’ maternales.

Entonces, el hecho de que dos de los personajes femeninos menores no participen en una discusión que no gire en torno a los hombres se convierte en un punto discutible. La historia universaliza circunstancias generalmente asociadas con una experiencia femenina familiar en una sociedad patriarcal y, por lo tanto, da más voz a los problemas de las mujeres, o más significativamente a los problemas humanos, que cualquier intercambio insignificante de diálogo no relacionado con hombres podría logar.

En definitiva, encarnan lo que generalmente se consideran rasgos femeninos: sumisión, sensibilidad, vulnerabilidad e incluso ‘instintos’ maternales.

Sin embargo, eso no quiere decir que la prueba de Bechdel pueda usarse como una herramienta útil. En la próxima entrega, exploraremos una oportunidad perdida en una película querida con seguidores devotos que no pasa dicha prueba, pero que podría haberlo hecho de una manera sutil que podría haberla hecho aún más querida…

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