Escrito en un fatídico día en los Estados Unidos de América, el 3 de noviembre de 2020…
La antropología demuestra que existen muchas formas exitosas de ser humano, algunas en las que ni siquiera hemos pensado todavía. Repensar cómo y por qué llamamos a algunas formas de ser “naturales” o “innatas”, o incluso “inevitables”, es menester si buscamos navegar con éxito en los futuros amenazantes del siglo XXI. Si no se hace, simplemente aceptando lo que es ahora, como es, conduce a un futuro zombificado. Una realidad desecada, liofilizada, que retiene sólo el vestigio de las potencialidades humanas, sin el agua de la esperanza, los sueños y la compasión para enriquecerla, darle vida y permitir que la carne se expanda, irradie y vuelva a abarcar lo posible.
Otras posibilidades nos brindan esperanza y merecen nuestra atención. En este momento, los seres humanos están atormentados por incesantes crisis climáticas, económicas, políticas, de sexismo, racismo y fobias a la diferencia, la diversidad y el cambio. Las hegemonías sociales mantienen estas crisis, utilizándolas para alimentar la desigualdad y solidificar el desempoderamiento, la opresión, la ignorancia y, lo peor de todo, la desesperanza.
La antropología demuestra que existen muchas formas exitosas de ser humano, algunas en las que ni siquiera hemos pensado todavía.
Pero los datos y el entendimiento extraídos de la investigación antropológica y los estudios sobre la biología humana, la evolución humana, las realidades económicas y políticas humanas y la historia de nuestras sociedades, pasadas y presentes, ofrecen esperanza. El conocimiento antropológico puede ayudarnos a vislumbrar otras posibilidades y hacerlas reales.
El logro económico y educativo de una persona en la vida no está predeterminado por nuestros genes. La biología importa en todas las cosas, pero rara vez es determinista, predictiva o incluso inalterable con respecto al resultado de una persona determinada. Siempre es contingente. La clase, la riqueza, las conexiones, la raza, etc. de la familia de una persona moldean en gran medida, pero no totalmente, su trayectoria en una sociedad. En este momento, sin embargo, a medida que la mayoría de las naciones avanza a toda velocidad por una trayectoria de movilidad social/de clase/casta cada vez más limitada, si no es que inexistente, la desigualdad y la inequidad en el acceso, las oportunidades y los resultados se está solidificando cada vez más en todo el planeta. Pero sabemos que esto no tiene por qué ser así. Nuestros sistemas actuales de estructuración económica, atención médica, educación y gobierno no son ni las únicas ni las mejores opciones para la humanidad. Hemos visto que los seres humanos, pasados y presentes, pueden participar y toman parte en una variedad de sistemas económicos, modos de intercambio, valoración, comercio y evaluaciones de la prosperidad y el bienestar. El hecho de que una forma específica de capitalismo de mercado sea la forma predominante de la economía (y política) en la primera parte del siglo XXI no nos dice nada sobre las posibilidades. La extrema desigualdad material y social no es antigua, ni “natural”, ni inevitable. Por lo tanto, podemos (y debemos) basarnos en el pasado y el presente, con la mirada puesta en el futuro, para imaginar cómo podemos mejorar la sociedad. Está dentro de nuestras capacidades.
El hecho de que una forma específica de capitalismo de mercado sea la forma predominante de la economía (y política) en la primera parte del siglo XXI no nos dice nada sobre las posibilidades. La extrema desigualdad material y social no es antigua, ni “natural”, ni inevitable.
Los genitales con los que uno nace (o los cromosomas que uno tiene) no determinan su género, ni fijan el deseo de cada quien en un patrón o contexto particular. La biología de estos procesos es clara. De este modo, aunque muchas sociedades (o mejor dicho, gobiernos) estén intensificando las identidades y definiciones de sexo/género represivas, binarias y restrictivas, los seres humanos pueden y deben imaginar y vivir vidas más fluidas y más adecuadas para su sexo/género. Tal posibilidad permite a las sociedades ver, sentir y darse cuenta de cómo la diversidad que siempre está ahí puede abrir caminos hacia el bienestar, la salud y la equidad que podrían ofrecer nuevas opciones sobre cómo organizarnos y estructurar nuestros panoramas sociales. Reconocer y acomodar la complejidad del espectro sexo-genérico humano (y todas las posibilidades que lo acompañan) abre nuevas puertas para el futuro.
Precisamente es el hecho de que tales sesgos y discriminaciones no están respaldados por alguna realidad biológica y no reflejan alguna limitación inherente a la capacidad social de un individuo, lo que nos da la esperanza y las posibilidades de imaginar y crear realidades donde estos patrones no estén representados, no se mantengan y no se deseen.
El color de la piel, la forma de su rostro o la textura de su cabello, o el genocidio, la violación y la esclavitud de algunos de sus antepasados, no nos dice nada sobre el potencial de una persona para prosperar como ser humano. Sin embargo, en el mundo contemporáneo hemos estructurado sociedades de modo que estas facetas no predictivas de la experiencia humana predeterminan las opciones para un individuo. Esto es antihumano ya que restringe a la sociedad de los beneficios y la participación plena de todos sus miembros. Y es doblemente horrible porque los que están en el poder de muchas sociedades estructuraron intencionalmente sus mundos para que estos patrones de racismo y prejuicio sean mantenidos, reforzados y considerados mayoritariamente como válidos y necesarios en sus poblaciones. Esto no es ni inevitable ni necesario. Precisamente es el hecho de que tales sesgos y discriminaciones no están respaldados por alguna realidad biológica y no reflejan alguna limitación inherente a la capacidad social de un individuo, lo que nos da la esperanza y las posibilidades de imaginar y crear realidades donde estos patrones no estén representados, no se mantengan y no se deseen.
El panorama actual de la economía, el poder, la raza y el género no es fijo, inmutable o inevitable. Ninguno de ellos es “natural”, pero todos son posibles. Sin embargo, hay muchas otras posibilidades. Para construir un mundo mejor, necesitamos desarrollar, explorar e instanciar estas otras posibilidades de la experiencia humana. Ahora.
El logro económico y educativo de una persona en la vida no está predeterminado por nuestros genes. La biología importa en todas las cosas, pero rara vez es determinista, predictiva o incluso inalterable con respecto al resultado de una persona determinada. Siempre es contingente.
Formado en Zoología y Antropología, es profesor de Antropología en la Universidad de Princeton. Fuentes es un científico público activo, un conocido bloguero, conferencista, escritor y explorador de National Geographic. Su investigación profundiza en el cómo y el por qué del ser humano. Sus proyectos actuales incluyen la exploración de la cooperación, la creatividad y la creencia en la evolución humana, las antropologías multiespecies, la teoría y los procesos evolutivos, y el abordaje de la raza y el racismo.