Hace alrededor de 15,000 y 12,000 años los humanos comenzaron a domesticar plantas alrededor de todo el mundo, lo que propició los primeros asentamientos humanos y de paso dio origen a la formación de sociedades agrícolas. Se trata de un evento muy relevante en la historia de la humanidad, debido a que se infiere que catapultó la evolución de la cultura humana.

Sin embargo, algunos registros indican que miles de años antes de que surgiera la domesticación de plantas, cuando los seres humanos se dedicaban a la caza y la recolección, ya se cosechaban plantas silvestres en hábitats a los que los grupos nómadas regresaban cíclicamente. Esto sugiere que, desde mucho antes de que surgiera la domesticación, ya existía un conocimiento pleno sobre el ambiente y su impacto en el ciclo de vida de las plantas silvestres.

“Esto sugiere que, desde mucho antes de que surgiera la domesticación, ya existía un conocimiento pleno sobre el ambiente y su impacto en el ciclo de vida de las plantas silvestres”.

De hecho, se plantea que la domesticación de plantas surgió bajo un contexto de cambio climático, concretamente durante el Pleistoceno y Holoceno, cuando el planeta experimentó un incremento en el CO2 en la atmósfera de 220 a 260 partes por millón, un aumento en la temperatura de hasta tres grados Celsius, y un 30% más en la precipitación anual. Una hipótesis apunta a que este cambio climático provocó escasez de plantas y animales silvestres, lo que a su vez pudo impulsar a los seres humanos a cosechar y, por lo tanto a seleccionar, sus propios alimentos.

Las alteraciones climáticas produjeron, además, cambios fisiológicos y morfológicos en las plantas, precisamente en respuesta a las condiciones ambientales, debido al fenómeno de la plasticidad fenotípica organísmica. De esta forma, cuando ciertas características plásticas son seleccionadas durante múltiples generaciones en presencia de cambios en el ambiente, dichas características se mantienen y se transmiten a través de los genes y de su regulación. Pero además, los cambios fisiológicos y morfológicos pueden modificar aspectos metabólicos y patrones comportamentales, lo que, a su vez, provoca la transformación del medio ambiente a partir de la construcción del nicho “natural” de los organismos.

En este sentido, tanto la plasticidad fenotípica, como la construcción de nicho, son importantes para entender la domesticación humana de plantas, ya que permiten comprender que existe un vínculo muy estrecho entre los organismos y la modificación de su ambiente. No obstante, en el caso de los seres humanos, se incorporan más dimensiones a los nichos debido a la presencia de la cultura humana, y todo el simbolismo que le acompaña. 

“En este sentido, tanto la plasticidad fenotípica, como la construcción de nicho, son importantes para entender la domesticación humana de plantas, ya que permiten comprender que existe un vínculo muy estrecho entre los organismos y la modificación de su ambiente”.

Estas dimensiones culturales y simbólicas hacen muy complejos y dinámicos los nichos humanos, y permiten transmitir información sobre el ambiente y los ciclos de vida de las plantas a través de tradiciones y símbolos. De esta manera se mantienen condiciones de cultivo para los organismos que crecen en el nicho humano, al igual que interacciones ecológicas y hábitos de crecimiento que históricamente han contribuido a la generación de nuevos recursos agrícolas.

Sin embargo, con el paso del tiempo y por la forma en la que cambia la cultura humana, poco a poco se ha modificado la manera en la que los humanos interactúan con la naturaleza, particularmente por la intensificación de esta interacción, lo que ha traído problemas ambientales que han puesto en peligro los recursos naturales que son necesarios para sobrevivir.

Un ejemplo de esta problemática son los cambios fenológicos que se han observado en distintas especies de orquídeas en respuesta al cambio climático y que han provocado una disminución en su producción. En este sentido, sería pertinente generar un cambio conceptual en relación con la manera en la que el ser humano percibe su interacción con la naturaleza y, a partir de esta reflexión, mantener una relación sustentable con el entorno.

“Un ejemplo de esta problemática son los cambios fenológicos que se han observado en distintas especies de orquídeas en respuesta al cambio climático y que han provocado una disminución en su producción”.

Un enfoque de estudio que permite recuperar esta noción de dinamismo y complejidad entre los organismos que forman parte de los nichos culturales que interactúan con el ambiente es el enfoque emanado de las ciencias de la complejidad. Dicho enfoque permite integrar múltiples disciplinas para el análisis de una gran cantidad de datos a través del desarrollo de modelos matemáticos que pueden contribuir a la generación de conocimiento integral para responder a las problemas acuciantes, igualmente complejos, que enfrenta la humanidad.

Este tipo de enfoques y herramientas no solo permiten recuperar esa noción de dinamismo y complejidad que se ha perdido a lo largo del tiempo; asimismo, podrían contribuir a generar nuevos recursos agrícolas para responder a la demanda de alimentos y domesticar nuevas especies de plantas que se integren a las dimensiones culturales y simbólicas del nicho humano. Con esta perspectiva, es posible vislumbrar un horizonte más sustentable.

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Biólogo de la Facultad de Ciencias de la UNAM, actualmente terminando una maestría en el área de Neuroecología en el posgrado de Ciencias Biológicas de la misma institución. Interesado en buscar la sincronía entre diversos temas de índole filosófico, antropológico, literario, cinematográfico, científico, entre otros. Aficionado al ajedrez y a otros deportes.

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