Cuando solemos pensar en términos religiosos, una de las primeras imágenes que nos viene a la mente es la de un templo, ese espacio arquitectónico cuyo objetivo primordial es realizar alguna actividad de culto público por alguna divinidad particular, en las condiciones apropiadas.
Curiosamente, al menos durante los primeros trecientos años de su existencia, las comunidades cristianas no construyeron templos. Lo anterior, probablemente, porque, como se menciona en los Evangelios y en los Hechos de los Apóstoles, el propio Jesús de Nazaret, como predicador judío y fundador del incipiente cristianismo, influyó en sus seguidores para retomar la antigua tradición de los profetas judíos de no construir un templo para Yahvé, hecho por manos humanas. Quizá Jesús, de forma innovadora, veía en su propia corporeidad un templo, una morada itinerante del espíritu cristiano, que no necesitaba de un santuario material para expresar su fe. Así que la propia historia del cristianismo nos muestra que no siempre ha existido la necesidad de que un templo represente la fe. De hecho, no es hasta el Panegírico de la construcción de la Basílica de Tiro, en la antigua Fenicia en 313 d. C., cuando de forma clara se introducen novedades a la estética/arquitectónica del universo cristiano, que permanecen hasta nuestros días.
Curiosamente, al menos durante los primeros trecientos años de su existencia, las comunidades cristianas no construyeron templos.
La iglesia, definida desde El código de Derecho Canónico (c.1214), como el edificio material y visible, destinado al culto público divino, que constituye para los cristianos “un signo peculiar de la Iglesia que peregrina en la tierra e imagen de la Iglesia celestial”, había sido considerada por muchos siglos exclusivamente como un recinto sagrado, un espacio de oración y alabanza, de sacramentos, el santuario para la comunidad cristiana, el lugar donde se reúne la familia para escuchar la palabra de Dios. Después, por diversas razones, y aún sin perder cierta religiosidad, o simplemente por seguir imbuidos por lo que representan ciertas festividades religiosas como bodas, bautizos o fiestas patronales, la sociedad comenzó a alejarse de forma regular de las instituciones religiosas y, con ello, de la propia iglesia, del templo.
Al menos en Europa, la asistencia a las iglesias se ha visto considerablemente disminuida en los últimos años. En países como Alemania, Bélgica, Noruega, Dinamarca o Países Bajos, donde yo vivo desde hace algunos años, se ha vuelto muy común encontrar estos espacios prácticamente abandonados, lo que conlleva a la insostenibilidad económica de estas enormes construcciones Y si bien es cierto que los gobiernos han ofrecido algo de apoyo para la restauración y el mantenimiento general de algunos templos, resulta casi imposible mantenerse al corriente con todos los gastos que emanan de construcciones tan grandes como estas.
Y entonces, ¿qué hacer cuando los edificios pierden su razón de ser, y además ya no pueden siquiera mantenerse en buen estado material, por falta de recursos económicos, cuando ya no cuentan con un grupo de personas (fieles) que de manera constante aportan para su manutención?
Y entonces, ¿qué hacer cuando los edificios pierden su razón de ser, y además ya no pueden siquiera mantenerse en buen estado material, por falta de recursos económicos, cuando ya no cuentan con un grupo de personas (fieles) que de manera constante aportan para su manutención? La solución parece ser darles un uso innovador, intentando no perder de fondo su objetivo principal, de ser espacios para “un bien común”, entendiendo esto, como todo aquello que es compartido por la comunidad y que beneficia a todos los miembros de ésta por igual.
En la actualidad, en todo el país existen alrededor de 6900 iglesias, de la cuales 1500 han realizado una reconversión inédita de su funcionalidad tradicional. La mayoría de estos templos ahora se utilizan como centros culturales o sociales, como instituciones de atención, centros comunitarios, salas de conciertos, restaurantes, hoteles y, en algunos casos, hasta como viviendas. De esta forma, aunque parezcan perder su valor espiritual original, los majestuosos edificios se conservan para múltiples usos comunitarios, que al final debería ser lo más importante. La reutilización parece haber ganado impulso y crece a pasos agigantados en este país. De acuerdo con el asesor inmobiliario Collier International (2), se calcula que, de aquí al 2030, alrededor de otras 1,700 iglesias perderán la función para la que originalmente fueron construidas. Esta novedosa solución, por más que definitivamente rompa con muchos esquemas tradicionales del cristianismo, parece ser la única forma de salvar los templos y, de paso, permitirles generar bienestar comunitario.
En la actualidad, en todo el país existen alrededor de 6900 iglesias, de la cuales 1500 han realizado una reconversión inédita de su funcionalidad tradicional.
Así que, lejos de ver esta conversión materialista como una ofensa al culto religioso cristiano, deberíamos entender que ha sido gracias a la imaginación y a la creatividad de algunos inversionistas que estos cuasi olvidados recintos religiosos tienen una nueva oportunidad de pervivir por algunas generaciones más.
En países como México, por ejemplo, con la repentina irrupción de la pandemia, algunas iglesias también han tenido que detener obras de mantenimiento, no solo por las recomendaciones de distanciamiento social debido la emergencia sanitaria, sino, además, porque han visto mermados sus ingresos por la falta de fieles que asisten de forma regular al templo. Así que cabría preguntarse, ¿no sería éste un buen momento para pensar en darles una nueva oportunidad de vida, también en este lado del mundo, a estos emblemáticos monumentos?
Por lo pronto, cuando tengan la oportunidad de visitar los Países Bajos, entre muchas otras cosas que hacer, pueden darse una vuelta por estos excéntricos espacios, ya sea para comer, para hacer ejercicio (como gimnasio), para hospedarse, para comprar un libro, para asistir a un concierto, o como “parque” de diversiones infantil, que, gracias a la creatividad humana, han conseguido tener una segunda vuelta de vida.
Así que, lejos de ver esta conversión materialista como una ofensa al culto religioso cristiano, deberíamos entender que ha sido gracias a la imaginación y a la creatividad de algunos inversionistas que estos cuasi olvidados recintos religiosos tienen una nueva oportunidad de pervivir por algunas generaciones más.
Estos son algunos buenos ejemplos de la nueva «conversión» de los templos en Países Bajos:
Willibrorduskerk en Zeilberg es una imponente basílica de estilo neogótica ubicada en la región de Brabant (Países Bajos). Data del año 1914 y fue remodelada y transformada en gimnasio en 2016.
Sint-Matinuskerk es una basílica de estilo neogótico ubicada en la región de Utrecht (Países Bajos). Construida en el año 1899 y remodelada en los años 80 para convertirse en un complejo departamental.
Paradiso es una antigua iglesia construida entre el año 1879 y 1880. Ubicada en la región de Amsterdam (Países Bajos). Hoy se usa como sala de conciertos.
Kruisherenkerk, antigua iglesia construida a partir del año 1440 y terminada en 1520. Ubicada en la región de Maastricht (Países Bajos). A finales del 2000 se iniciaron las obras de renovación para darle a esta iglesia un nuevo uso y en 2005 se inauguró un hotel de lujo de 5 estrellas.
Westerkerk es una iglesia construida en el año 1891. Ubicada en la región de Utrecht (Países Bajos). Opera desde el 2019 como un hotel-restaurant.
Broerenkerk, iglesia ubicada en la región de Zwolle (Países Bajos). Fue fundada en 1465 y se utilizó como iglesia para culto protestante. Posteriormente, en 1760 sirvió para la comunidad judía, convertida en Sinagoga. De 1988 a 2010, el edificio se utilizó como un espacio de exposición y lugar de eventos. Desde el 2005 la iglesia funciona como librería.
Clemenskerk, iglesia ubicada en la región de Hilversum (Países Bajos). De estilo neo-bizantino romano, fundada en el año 1914. Fue restaurada a partir del año 2010 y, desde 2018, funciona como un parque de trampolines para niños.
Referencias:
De Fijter, Nico (2021). Honderden kerken worden huis of kantoor; de herbestemming neemt een vluvht. https://www.trouw.nl/
Viviani, María Teresa (2007). El cuerpo como santuario en los inicios del cristianismo. Aisthesis, (42),20-36.
Antropóloga Física y Técnica en Laboratorio Químico-Microbiológico. Actualmente reside en Países Bajos. Le apasiona el arte y el diseño pero también ama viajar, conocer nuevos lugares, nuevas culturas, nuevas costumbres y nuevas experiencias.