“Pensar el cuerpo es pensar el mundo”
David Le Breton

El siglo XXI ha llegado y con él han aparecido tantos cambios tecnológicos que probablemente, fueron pocos los seres humanos que consiguieron imaginarlos en épocas anteriores. Reflexionar y estudiar el vínculo entre la tecnología y la sociedad es una tarea vital en la labor de diversos especialistas, precisamente, porque comprender de qué manera el uso de la tecnología modifica nuestras prácticas, hábitos y cotidianidad, esclarece rasgos idiosincráticos que caracterizan a un grupo social.

Por ejemplo, imaginemos cómo era vivir en las últimas dos décadas del siglo pasado: teníamos que recordar números de teléfono, usábamos mapas para trasladarnos de un estado a otro, nuestras limitadas redes sociales funcionaban por medio de una agenda o cuestionarios inquisitivos entre los jóvenes de secundaria (el famoso «chismógrafo»), jugábamos en las calles y teníamos largas conversaciones banqueteras con nuestros mejores amigos. Por el contrario, hoy en día, traemos en nuestros bolsillos memorias casi infinitas, dignas de un duelo contra Funes el Memorioso.

La aparición de los GPS ha desplazado casi por completo al mapa tradicional, nuestras redes sociales son enormes y no necesitamos de la presencia física para poder jugar o tener una larga conversación con otro ser humano. Los artefactos tecnológicos comparten con nosotros múltiples facetas de nuestra vida diaria y, sigilosamente, están ocupando y renovando espacios en el ámbito laboral, educativo, hospitalario y sexual. Es un hecho que estos artilugios están penetrando en los rincones más íntimos y misteriosos de nuestro ser. Sin embargo, a pesar de la amplia gama tecnológica que podríamos estudiar, mi objetivo en el presente trabajo es esbozar algunos de los principales puntos de interés en el ámbito de la sexualidad para su posible estudio antropológico, filosófico o de otras disciplinas. La razón es, justamente, que considero importante conocer el origen y analizar las principales repercusiones de la integración de las muñecas sexuales en nuestra vida cotidiana.[1]

Reflexionar y estudiar el vínculo entre la tecnología y la sociedad es una tarea vital en la labor de diversos especialistas, precisamente, porque comprender de que manera el uso de la tecnología modifica nuestras prácticas, hábitos y cotidianidad, esclarece rasgos idiosincráticos que caracterizan a un grupo social.

¿Cómo surgió la fascinación por los cuerpos artificiales para fines sexuales? En la obra Las metamorfosis, Ovidio (2008) relató la historia del rey de Chipre, Pigmalión. Él era un rey muy exigente y durante mucho tiempo estuvo en la búsqueda de la compañera perfecta. Particularmente, Pigmalión era muy estricto en sus gustos y preferencias. Por esta razón, a pesar de que conoció a las más bellas mujeres de aquella época, ninguna consiguió cumplir con sus exigencias. Cansado de estar inmerso en esta búsqueda interminable, el rey se propuso hacer justicia por mano propia y decidió esculpir una obra que cumpliera, cabalmente, con las características que tanto había buscado. Esta estatua fue nombrada Galatea. Era una mujer que tenía la belleza utópica que tanto había anhelado. Cada parte de su cuerpo era la verdadera concupiscencia materializada en mármol. A diario, Pigmalión la acariciaba y la besaba por todo su excelso cuerpo, hablaba con ella y le compartía sus más profundos sueños en los que juntos disfrutaban manjares y ambrosias que nunca nadie había conocido. Pigmalión la amaba con todo su ser.

Pigmalión a diario la acariciaba y la besaba por todo su excelso cuerpo, hablaba con ella y le compartía sus más profundos sueños en los que juntos disfrutaban manjares y ambrosias que nunca nadie había conocido. Pigmalión la amaba con todo su ser.

El día de la cerebración a Venus, el rey imploró y suplicó para que ésta le concediera vida a Galatea. Sin embargo, parecía que Venus no estaba atenta a las peticiones de Pigmalión. Triste, desmotivado y decepcionado, el enamorado se fue a su casa y observó a Galatea por horas hasta que decidió besarla durante un instante infinito. Poco a poco, sintió cómo los fríos labios de su amada se convertían en una cálida sensación de tranquilad y placer. ¡Galatea estaba viva y Pigmalión era el rey más feliz del mundo!

¿En qué momento la inquietud y/o la curiosidad se transforman en deseo? El gusto de relacionarse corporalmente con un objeto humanoide es un ejemplo de parafilia.

La parafilia que he estado esbozando a lo largo de este texto se clasifica con el nombre de Galateismo (Ferguson, 2010). Sin embargo, es interesante observar que la presencia de esta parafilia ronda en las sociedades actuales. ¡Así es, querida persona lectora! Podemos encontrar esta figura en muchos rincones de nuestra vida diaria. Por ejemplo, en el cine, la televisión o en la industria discográfica.[2] No obstante, son pocos los casos en lo que estos vínculos logran consumarse felizmente porque, entre otras razones, estos artilugios carecen de vínculos verdaderamente humanos. En otras palabras, podrán pasar la prueba de Turing, pero, como dice el popular refrán mexicano “no todo lo que brilla es oro”.[3]

Así que cuando pensamos en las implicaciones y consecuencias[4] de este fenómeno tecnológico y social es importante observar, por ejemplo, cómo estos cuerpos artificiales están cuestionando y modificando nuestra propia noción de cuerpo. En la obra Adiós al Cuerpo (Le Breton, 2007), el autor subrayó que, debido al desarrollo tecnológico, en las sociedades modernas se ha hecho a un lado la importancia del cuerpo como es el caso del sexo virtual o espacios en los que pareciera que el cuerpo está de más. Sin embargo, es esencial recalcar que, en la misma contemporaneidad también existe un gran esfuerzo por preservar ese lazo corpóreo con el mundo, por representar de la manera más fidedigna posible esa experiencia que tienen los amantes en sus encuentros. En otras palabras, ya sea artificial o biológico, el cuerpo nunca estará de más.

Así que cuando pensamos en las implicaciones y consecuencias de este fenómeno tecnológico y social es importante observar, por ejemplo, cómo estos cuerpos artificiales están cuestionando y modificando nuestra noción de cuerpo. 

Bibliografía

[1] Ferguson, A. (2010). The sex doll: A history. Carolina del Norte, McFarland & Company

[2] Gérôme, J. (1890). Pigmalión y Galatea [Imagen]. Recuperado de: http://www.metmuseum.org

[3] Le Breton, D. (2007). Adiós al cuerpo. Ciudad de México: La cifra editorial.

[4] Ovidio, P. (2008). Metamorfosis. Libros X. Madrid: Editorial Gredos

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